La consideración de las emociones como componente central del diseño arquitectónico, y del estado de ánimo humano como elemento esencial, representa un enfoque tan innovador que no solo distinguirá a los proyectos de alta calidad, sino que también evitará la posibilidad de que la inteligencia artificial intervenga en los diseños arquitectónicos. La IA nunca podrá replicar el alma y la pasión que los arquitectos inyectan en cada decisión para crear las mejores experiencias posibles en los espacios que diseñan, incluyendo lo que se ha convertido en el último lujo en Canarias: las habitaciones sin techo.
Así lo sostiene el arquitecto Arsenio Pérez Amaral, cofundador del estudio Corona Amaral Arquitectura junto con Antonio Corona Bosch. Juntos, han liderado proyectos significativos en las islas, como la renovación de la terminal del aeropuerto de Tenerife Norte, la estación marítima de ferries del Puerto de Santa Cruz de Tenerife y su reciente remodelación, así como varios proyectos residenciales y hoteleros.
Pérez Amaral será uno de los conferenciantes en la primera edición del Foro de Inmobiliario y de la Construcción de las Islas Canarias, que se llevará a cabo el próximo 1 de junio en Abama Resort Tenerife. Este evento reunirá por primera vez a expertos de dos sectores tan distintos pero complementarios, creando un espacio para el pensamiento y la reflexión en el archipiélago.
Uno de los temas que se discutirán es precisamente cómo la tradición arquitectónica canaria de utilizar espacios abiertos está resurgiendo: los patios como espacios para relajarse e interactuar socialmente, las terrazas y balcones como espacios de escape, y las azoteas como lugares de encuentro, entretenimiento o deporte. En el contexto post-pandémico, esta opción ha cobrado especial relevancia, no solo para los habitantes de las Islas Canarias, sino también para los extranjeros que, atraídos por el clima privilegiado, ven en esta ‘experiencia al aire libre’ un lujo insuperable para trabajar, comer, socializar y vivir bajo el cielo abierto. Las islas se convierten entonces en el lugar ideal para su segunda residencia.
Deben ser espacios dotados con todas las comodidades: buena conexión wifi, mobiliario exterior adecuado, con la orientación precisa para proteger ese espacio de los alisios y los vientos dominantes y con un soleamiento que ayude a alcanzar el confort higrotérmico, con la ayuda de pérgolas, toldos o vegetación que proporcionen una agradable sombra. Son estos elementos los que harán que una terraza sea un refugio, y la fórmula no es otra que volver a la sabiduría constructiva tradicional canaria.
“La habitación sin techo es la parte más importante de una propiedad, no debe ser el espacio sobrante al que se le intenta dar un uso, ni un añadido, sino todo lo contrario, debe ser la principal estancia a tener en cuenta en el diseño arquitectónico residencial”. Es algo que se entiende también a nivel inmobiliario, donde el valor del metro cuadrado exterior ya se equipara al interior en nuestra comunidad. “Una terraza, una azotea o un jardín revalorizan una propiedad”, argumenta Pérez Amaral y es algo de lo que el propietario es consciente hoy en día a la hora de solicitar un proyecto.
Tanto es así, que los clásicos miradores de un metro de ancho han perdido todo su sentido, apunta en referencia esos pequeños balcones en los que solo se puede permanecer de pie y que acaban siendo trasteros que terminan por afear las fachadas de numerosos edificios de finales del siglo pasado. Del mismo modo, han perdido sentido los cerramientos: la famosa expresión “le gané espacio al salón” en realidad implica haber perdido un espacio precioso y valioso para la casa.
Recuperar el sentido común de los más antiguos
La sabiduría antigua se debe aplicar, en todo caso, a toda la construcción desde antes de concebirla: una buena orientación es clave, estudiar dónde debe estar la fachada y las zonas de iluminación, y proporcionar ventilación cruzada con ventanucos orientados al norte para generar corrientes en días de calor, como se observa en las antiguas casas canarias, apunta.
En la arquitectura tradicional canaria no se orientaban las viviendas hacia el nordeste, ni se construían casas abiertas al mar para evitar el deterioro que podía provocar la maresía. La fachada daba la cara a la parte contraria. “Se hacía con sentido común, pero hoy día se ha abandonado el oído, el escuchar y leer un lugar. Al llegar a un solar hay que sentarse y percibir qué pide, y si prestas atención, te lo dice”, asegura. Pero no hay fórmulas mágicas, apunta Pérez Amaral, “cada ubicación tiene una solución propia”, hay que visualizar dónde estará cada estancia, e incluso la vida que se hará en su interior, “y ahí la inteligencia artificial no tiene nada que hacer, es una herramienta de apoyo, pero nada más”.
La Arquitectura, al margen de toda la tecnología e innovación que se puede aplicar al producto final, es ante todo “un arte con una razón necesaria”. “Si no logramos mejorar la vida de las personas, estaremos perdidos, tener en cuenta su mundo emocional es lo más moderno y disruptivo que podemos ofrecer. El metro cuadrado de cariño repercutirá en el resultado final, en el estado de ánimo, incluso en la salud”, concluye.