lunes, 15 diciembre, 2025
InicioGeneralEl “mito” de subir la calefacción a 25 ºC: por qué no...

El “mito” de subir la calefacción a 25 ºC: por qué no calienta antes (y qué debería explicarse desde el proyecto)

En muchas viviendas españolas se repite la misma escena cada invierno: se llega a casa con sensación de frío, se mira el termostato y la mano va directa al “25”. La lógica popular es sencilla: si se fija una temperatura más alta, la casa se calentará antes. Sin embargo, desde el punto de vista de la física del edificio y del funcionamiento real de los sistemas térmicos, ese gesto no suele acelerar nada. Lo que sí puede acelerar es el consumo.

La confusión nace de comparar la calefacción con un pedal de acelerador. En la mayoría de instalaciones domésticas no existe un “modo turbo” que haga que el sistema entregue más potencia por el simple hecho de subir el número del termostato. El termostato, en esencia, es un interruptor con un objetivo: ordenar calefacción “sí” o “no” para llegar a una consigna y mantenerla. Cuando se fija 21 ºC o 25 ºC, el sistema arranca igual: lo que cambia es cuándo se detiene.

Un edificio no responde como un coche: manda la potencia instalada y la inercia

La velocidad a la que una vivienda se templa depende de tres factores muy concretos:

  1. Potencia efectiva del sistema (caldera/bomba de calor + emisores + control).
  2. Pérdidas térmicas del edificio (envolvente, puentes térmicos, infiltraciones, ventilación).
  3. Inercia térmica (masa del edificio y del mobiliario, suelo radiante, cerramientos pesados, etc.).

Si el sistema puede aportar, por ejemplo, “X” kilovatios de calor y la vivienda está perdiendo “Y” hacia el exterior, el calentamiento neto será la diferencia entre ambos. Subir la consigna a 25 ºC no incrementa automáticamente “X”. En radiadores convencionales, el caudal y la temperatura de impulsión suelen estar limitados por diseño o por la propia regulación de la caldera. En bombas de calor, además, forzar el sistema a trabajar a impulsiones más altas puede penalizar la eficiencia.

Desde el prisma del proyecto, esto es importante: muchos usuarios interpretan el termostato como un regulador de potencia cuando en realidad, con frecuencia, solo regula el umbral de parada.

El termostato no “calienta más rápido”, pero sí puede provocar sobretemperatura

En instalaciones típicas con control sencillo (termostato ambiente on/off), el equipo funciona a su régimen previsto hasta aproximarse a la consigna. Si se marca 25 ºC, el equipo seguirá funcionando durante más tiempo que si se marca 21 ºC. Y ahí aparece el problema práctico: cuando la vivienda tiene inercia (muy habitual), el sistema puede pasarse.

Ese “pasarse” es especialmente visible en viviendas con:

  • Radiadores sobredimensionados (muy comunes en reformas con cambios parciales).
  • Suelos radiantes (gran inercia).
  • Estancias con ganancias solares a última hora (orientaciones favorables o grandes huecos).

El resultado es conocido: se llega a 25 ºC, se abre la ventana “porque hace calor”, y se pierde en minutos lo que se estaba pagando desde hace una hora. No es un fallo del usuario: es una interacción mal explicada entre control, inercia y hábito.

Confort térmico: no todo es “temperatura del aire”

Para un enfoque arquitectónico, conviene insistir en un matiz que rara vez llega al usuario: el confort no depende solo del aire, sino de la temperatura operativa, que combina temperatura del aire y temperatura radiante media (paredes, ventanas, suelo). El reglamento español (RITE) trabaja precisamente con ese concepto y fija rangos de referencia para condiciones interiores en invierno en torno a 21–23 ºC (temperatura operativa) para actividad sedentaria. Ese detalle explica por qué una vivienda con ventanas frías “pide” más consigna: no porque necesite más aire caliente, sino porque la radiación desde superficies frías roba confort.

Dicho de otro modo: cuando alguien sube a 25 ºC, muchas veces está compensando, sin saberlo, un problema de envolvente (aislamiento insuficiente, infiltraciones, vidrio poco prestacional, puente térmico) o de desequilibrio (habitaciones que no reciben el mismo aporte).

El coste oculto: a más consigna, más salto térmico y más pérdidas

Subir la consigna no solo alarga el tiempo de funcionamiento. También incrementa el salto térmico interior–exterior, y con ello aumentan las pérdidas por transmisión e infiltración. En divulgación energética se cita de forma recurrente que cada grado adicional puede suponer en torno a un 7 % más de consumo en calefacción, como aproximación orientativa.

El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) sitúa el confort habitual en vivienda en torno a 21 ºC con ropa adecuada, lo que sirve como referencia práctica para dimensionamiento de expectativas y guías de uso. En arquitectura, esto conecta con una idea clave: la eficiencia no se “compra” solo con máquinas, también se diseña con envolvente, control solar, hermeticidad y una ventilación bien resuelta.

Bombas de calor, condensación y el “efecto boomerang” de pedir demasiado

La electrificación está llevando bombas de calor a viviendas que antes dependían de caldera. En ese contexto, el “ponlo a 25 ºC” puede ser aún más contraproducente:

  • En bombas de calor, elevar temperatura de impulsión reduce el rendimiento (COP): el sistema trabaja más forzado para vencer mayores saltos térmicos.
  • En calderas de condensación, operar a temperaturas altas puede reducir el tiempo en régimen de condensación (menos eficiencia estacional), según cómo esté configurada la instalación.

Por eso, desde el punto de vista del proyecto y la prescripción técnica, cobra valor todo lo que ayude a operar a baja temperatura (emisores adecuados, curvas climáticas, equilibrado hidráulico, zonificación y control estable).

Qué debería hacer un proyecto “amigable” con el usuario

En viviendas reales, el error del “25 ºC” rara vez se corrige solo con un consejo. Se corrige diseñando y entregando bien:

  • Control comprensible y estable: termostatos con buena histéresis o control proporcional, y consignas por zonas cuando el uso lo requiera.
  • Zonificación coherente: separar día/noche y estancias con ganancias solares para evitar que una zona arrastre a otra.
  • Emisores alineados con la generación: si hay bomba de calor, favorecer baja temperatura (suelo radiante o radiadores preparados para ello).
  • Reducción de pérdidas: hermeticidad, carpinterías y vidrios, puentes térmicos y estrategia de ventilación.
  • Puesta en marcha y explicación: el “commissioning” doméstico existe, aunque no se llame así: equilibrar radiadores, ajustar curvas, programar horarios realistas y explicar al usuario qué esperar.

Cuando todo eso está resuelto, la consigna deja de ser un “pánico térmico” y pasa a ser una herramienta fina.

Preguntas frecuentes

¿Poner la calefacción a 25 ºC calienta antes una vivienda con radiadores?
Normalmente no. En la mayoría de sistemas, la potencia disponible no aumenta por subir la consigna: lo que cambia es el tiempo que estará encendida antes de parar.

¿Cuál es una temperatura recomendada de confort en casa en invierno?
Como referencia habitual, 21 ºC suele ser suficiente con ropa adecuada, aunque el confort real depende también de la temperatura radiante y de la calidad de la envolvente.

¿Por qué en viviendas mal aisladas “se necesita” más temperatura para estar a gusto?
Porque superficies frías (ventanas y muros) reducen la temperatura operativa percibida: el cuerpo pierde calor por radiación y aparece sensación de frío aunque el aire esté caliente.

¿Qué mejora más el confort: subir el termostato o invertir en envolvente y control?
En la práctica, mejorar aislamiento, estanqueidad, control solar y regulación suele aportar un salto más estable en confort y consumo que subir consignas de forma sistemática.

Arquitecto
Arquitectohttps://colorvivo.com
Apasionado de la arquitectura y la construcción.
ARTÍCULOS RELACIONADOS

Más populares